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INVESTIGACN ORIGINAL/ ORIGINAL RESEARCH
Rev. investig. cient. Erga omnes 2022; 1: 1-8
Pueblos indígenas y pobreza
Espea B.
Pueblos indígenas y pobreza
Indigenous peoples and poverty
Boris Espezúa Salmón
1
Recibido: 14 de Setiembre del 2021 / Aceptado: 16 de Noviembre del 2021
RESUMEN
Este trabajo tuvo como propósito determinar la causa del empobrecimiento cultural en la población
indígena. Se abordó desde un enfoque intercultural y una visión crítica, trascendiendo una mirada
cuantitativa que limitaría la comprensión integral del problema. Se consideraron el desarrollo humano y los
aspectos básicos de la educación y salud, así como la comprensión de los factores culturales. La
discriminación permanente agudizó su postración. Solo a través de una resiliencia indígena se logrará la
gobernabilidad mal concebida en un mundo y un país que siempre los ha soslayado. Llegamos a la
conclusión de que la pobreza para los pueblos indígenas, más que un concepto económico, fue un arquetipo
que, con máscaras ajenas, cubría rostros arrasados y tatuados de espanto.
Palabras clave: Pueblos indígenas, pobreza material, enfoque cultural, dignidad humana, territorio y
desigualdad.
ABSTRACT
his study aimed to determine the cause of cultural impoverishment in the indigenous population. It was
approached from an intercultural perspective and a critical vision, transcending a quantitative view that
would limit the comprehensive understanding of the problem. Human development and basic aspects of
education and health were considered, along with an understanding of cultural factors. Persistent
discrimination heightened their plight. Only through indigenous resilience will the poorly conceived
governance in a world and country that has consistently overlooked them be achieved. We concluded that
poverty for indigenous peoples, more than an economic concept, was an archetype that, with foreign masks,
covered faces ravaged and tattooed with horror.
Keywords: Indigenous peoples, material poverty, cultural approach, human dignity, territory and
inequality.
INTRODUCCIÓN
En este contexto de pandemia por el Covid-19,
hemos sido testigos de cómo las brechas entre los
estratos socioeconómicos se han ampliado aún
más. Las circunstancias han exacerbado las
desigualdades, afectando de manera
1
Facultad de Ciencias Jurídicas y Políticas, Universidad Nacional de Altiplano, Puno, Perú.
especialmente severa a las comunidades
indígenas. La iniciativa de emprender este
trabajo surg de la premisa de que la población
indígena figura entre los sectores más
marginados y empobrecidos, tanto a nivel
Rev. investig. cient. Erga omnes 2022; 1: 1-8
DOI: https://doi.org/10.54943/rceo.v1i1.121
ARTÍCULO ORIGINAL
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mundial como nacional. En busca de una posible
solución, se planteó la necesidad de abordar sus
necesidades, visibilizándolos, reconociéndolos y
protegiéndolos de manera integral. Esto no solo
implica incrementar su capacidad productiva y
bienestar, sino también transformar el enfoque
cultural de nuestras autoridades para insertar
soluciones en un marco de mayor igualdad social
y el fortalecimiento de una democracia cultural
más sólida.
En nuestro territorio nacional, contamos con una
población significativa de indígenas que
comparten características comunes como lengua,
color de piel, cultura, origen e identidad. Según
estimaciones basadas en la lengua materna,
alrededor de 3 millones y medio de peruanos
pertenecen a diversos grupos étnicos. Casi un
tercio de esta población reside en zonas urbanas,
incluyendo la ciudad de Lima, donde habitan al
menos 800,000 personas vernáculo-hablantes
(INEI, 2002)
La discriminación hacia los indígenas no solo se
manifiesta a través de la exclusión de servicios
básicos, sino también por motivos raciales. A lo
largo de nuestra historia, han persistido y aún
perduran diversas formas de discriminación
abierta hacia su cultura, apariencia física y
lengua.
Diversos estudios han evidenciado que la
población indígena se encuentra entre los menos
beneficiados por el desarrollo. Esta realidad no
solo afecta a los indígenas ubicados en las zonas
rurales del país, sino también a aquellos que han
migrado a las ciudades, estableciéndose en sus
periferias en busca de mayores oportunidades de
vida.
Un estudio realizado por GRADE revela que,
aunque un 46% de la población urbana no
indígena experimenta condiciones de pobreza,
este porcentaje se incrementa significativamente
al 61% para la población urbana indígena.
Además, el nivel de pobreza extrema entre este
último grupo es tres veces más alto. En términos
de acceso a la seguridad social, mientras que el
56% de la población no indígena carece de este
beneficio, esta cifra asciende al 65% entre los
indígenas urbanos. Estos datos también señalan
tasas más elevadas de morbilidad y una mayor
proporción de viviendas construidas con adobe y
con pisos de tierra (GRADE, 2009).
En otra parte del estudio, se comprobó que
cuánto más rasgos indígenas presenta una
persona, mayor es la probabilidad de que
experimente condiciones de pobreza, tenga un
nivel educativo inferior y carezca de seguro de
salud. Incluso, al comparar a personas con
características personales y ocupacionales
idénticas, se encontró que aquellos con rasgos
indígenas, que trabajaban como asalariados en el
sector privado, tenían ingresos inferiores en
comparación con sus contrapartes con rasgos no
indígenas (GRADE, Ibidém).
La generación continua de pobreza en los
pueblos indígenas encuentra sus raíces en la falta
de políticas sostenibles por parte de la mayoría
de los gobiernos sucesivos. La ausencia de
políticas de Estado o de gobierno que sean
consistentes y sostenibles ha dejado a estas
comunidades desprotegidas tanto en el ámbito
social como educativo. La conexión entre los
niveles elevados de pobreza y los limitados
logros educativos en la población indígena es
evidente. En general, la falta de acceso a una
educación de calidad y adaptada a su condición
vernácula contribuye a la persistencia de la
pobreza entre estos grupos. La educación, que a
menudo es de baja calidad, no ha tenido en cuenta
adecuadamente las necesidades y características
específicas de los hablantes vernáculos
indígenas.
Por lo tanto, este drama es suficiente para
vislumbrar la punta de una tremenda injusticia
que encuentra sus raíces en un marcado
colonialismo. Este colonialismo persistente
busca mantener las postergaciones y no muestra
indicios de cambiar las condiciones hacia un trato
más humano y respetuoso con la dignidad de los
pueblos que han sido sistemáticamente olvidados
y marginados. La situación pone de manifiesto la
necesidad apremiante de abordar estas
problemáticas desde una perspectiva que no solo
busque corregir desigualdades inmediatas, sino
que también atienda a las causas profundas
arraigadas en estructuras históricas y sistémicas.
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2. Más de lo mismo
La pobreza se ha vuelto más virulenta,
especialmente afectando a los sectores más
vulnerables e indefensos de nuestras sociedades,
entre los cuales se encuentran los niños, mujeres,
ancianos y pueblos indígenas. La persistencia de
esta pobreza es evidente, ya que los Estados han
hecho poco o nada por comprender sus raíces,
que no solo son culturales, sino también sociales
y económicas. Además, muestran escaso interés
en abordar y solucionar estos problemas. La
existencia de los indígenas continúa siendo
invisibilizada, deshumanizada y reducida a una
mera parte del paisaje rural. No está lejano el
recuerdo del reconocimiento de los indígenas
como "pueblos sin historia", término que
fuertemente alude a su condición de vencidos y
sojuzgados.
Este menosprecio no solo perdura a nivel
gubernamental, sino que los prejuicios sociales
siguen arraigados incluso en sociedades que se
consideran "modernas", revelando la persistencia
de patrones coloniales. Sin embargo, en los
últimos años, ha surgido un despertar gradual y
una reafirmación de identidades, culturas y
lenguas. Estos aspectos han comenzado a ocupar
un lugar en las agendas de los estudios culturales,
dando lugar al florecimiento de nuevas
subjetividades que buscan fortalecer los procesos
de descolonización y fomentar el trabajo
intercultural.
Un rasgo común de los pueblos indígenas es su
situación de desventaja en comparación con otros
sectores de la sociedad. Esta realidad se ha
forjado a lo largo de la colonia hasta la república,
con la intención de ocultar su presencia y
considerarla en completa desventaja frente a los
criterios de dominación imperantes. En este
contexto, no sorprende que la atención a los
pueblos indígenas haya sido relegada a la última
prioridad por parte de los gobiernos. Es fácil
inferir que esta secular exclusión ha contribuido
significativamente a postergar la situación social
y cultural de estos pueblos a un estado de extrema
pobreza.
El fenómeno de Sendero Luminoso, según el
Informe de la Comisión de la Verdad y
Reconciliación, no fue un movimiento étnico,
sino que se alimentó de las desigualdades e
injusticias étnicas del país, teniendo terribles
consecuencias para la población indígena. No fue
casualidad que el 74% de las 72 mil personas
muertas durante la violencia fueran de origen
indígena.
La relación entre cultura y exclusión iba de la
mano con la relación entre pobreza y
desigualdad. Estos binomios han persistido en la
medida en que ninguno de sus componentes
cambiaba, manteniendo a la gran masa indígena
históricamente postrada. No estamos hablando
de que al indígena le faltaran recursos y
estrategias para sobrevivir en situaciones de
desventaja, ya que su arraigo a la tierra, al agua y
su capacidad de supervivencia constituían una
resistencia palpable ante las colonizaciones. Sin
embargo, el punto central radica en que la
pobreza del indígena surge como parte del
paquete de la exclusión gubernamental y social,
con una alevosía premeditada para sumir al
indígena en la agonía y exponerlo al filo del
abismo. De esa pobreza intencional, generada
por el poder es de la que se habla.
Esa línea de precariedad vuelve compleja una
situación que, en algunos casos específicos, lleva
aparejadas singularidades como marginalidad,
informalidad, desigualdad y exclusión. El
estudioso venezolano Rivero (2006) afirmaba:
"De esta manera, la pobreza puede reconocerse
como una situación de riesgo, un obstáculo que
le impide al individuo el desplazamiento,
vinculado a las condiciones socioculturales de
vida, las oportunidades del contexto y el acceso
a la información". En términos generales, esto
implica que la pobreza, entendida como concepto
general, constituye un conjunto de carencias
económicas, sociales y culturales que se traducen
en carencias materiales, morales, psicológicas o
espirituales, las cuales, en su conjunto, hacen que
la vida de la mayoría de los seres humanos sea
algo indigno.
Uno de los fundamentos de la dignidad es la
autodeterminación sobre los propios intereses y
la posición social. Desde la perspectiva de la
dignidad material, se consideran graves
restricciones a la autodeterminación las
insatisfacciones cotidianas de las necesidades
básicas, como el hambre, la carencia múltiple y
el déficit generalizado de pobreza extrema. Las
condiciones materiales que afectan la dignidad
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económica no tienen una limitación temporal,
trascienden generaciones. Por lo tanto, tanto el
Estado como la sociedad están obligados a
proteger la dignidad humana de manera integral.
Es crucial recordar que la autodeterminación
implica el ejercicio de derechos y libertades
mínimos, y cualquier restricción total de estos
conduce a la aniquilación de la
autodeterminación, representando un atentado
directo contra la dignidad humana.
3. ¿Ha mejorado, en el mundo, el desarrollo
humano para los indígenas?
Los datos referentes a las brechas entre las tasas
de pobreza de los indígenas y el resto de la
población no muestran signos de reducción. En
algunos países, permanecen invariables, mientras
que en otros están en aumento. Resulta
paradójico que, a pesar del crecimiento
económico y los avances democráticos en
comparación con décadas anteriores, América
Latina experimente un marcado deterioro en sus
indicadores sociales. El Índice de Desarrollo
Humano revela disparidades en la posición de los
países, y el grado de precarización social varía
significativamente dentro de cada nación. Surge
la pregunta de ¿Por qué la población indígena se
beneficia menos del crecimiento económico y
tiene mayor probabilidad de ser pobre en
términos de desatención estatal?. A continuación,
se presenta un gráfico ilustrativo para abordar
esta interrogante:
La población indígena exhibe tasas de pobreza
que son, en promedio, dos veces más elevadas
que las registradas para el resto de los
latinoamericanos. Solo aproximadamente la
mitad de la brecha en tasas de pobreza entre los
indígenas y el resto de la población puede
atribuirse a diferencias en características como el
nivel educativo del jefe de hogar, el sector de
empleo, la ubicación geográfica (urbana o rural)
o el número de dependientes en la familia.
Incluso si un indígena alcanza cierto nivel de
educación, sus ingresos tienden a ser inferiores a
los obtenidos por una persona no indígena con un
nivel educativo similar. Estos resultados indican
que la población indígena enfrenta desafíos
particulares para beneficiarse del crecimiento
económico y superar la pobreza.
Las estimaciones respecto a la población
indígena en América Latina varían y se sitúan en
torno a los 40 millones, lo que representa
aproximadamente el 10% de la población total en
la región. En el caso del Perú, los indígenas
tenían 1.5 veces más probabilidades de caer por
debajo de la línea de pobreza en comparación con
los peruanos no indígenas, y 3 veces más
posibilidades de encontrarse en condiciones de
extrema pobreza. Desde una perspectiva de
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diversidad cultural a nivel mundial, existen
alrededor de 6,500 culturas con una población
global de 7,700 millones en el año 2020. Se
estima que la población indígena se encuentra
entre 190 y 625 millones, de los cuales 40
millones residían en América Latina (Álvarez,
2005). Los indígenas ocupan entre el 12% y 19%
de la superficie del planeta, aunque oficialmente
solo se reconoce el 6% de la misma (Born, 1991).
Carolina Trivelli (2009) tomando una frase de
Kate Gilmore, señala: “Los 370 millones de
indígenas, repartidos por 70 países, son el vivo
ejemplo de las personas más desamparadas,
marginadas y olvidadas del mundo”, ante
el Consejo de Derechos Humanos en Ginebra.
Agrega: Gilmore aseguró que existe
una “urgencia” de incluir totalmente a los
pueblos indígenas en la Agenda 2030 para el
Desarrollo Sostenible, pero que el desarrollo no
debe significar destrucción ni exclusión, por lo
que el respeto a sus derechos humanos es
fundamental.
La Alta Comisionada adjunta para los Derechos
Humanos destacó que el 5% de la población
mundial es indígena, pero más de un tercio de la
población más pobre pertenece a estos pueblos.
Señaló que "los que más se han quedado atrás son
los indígenas, representando más del 30% de la
pobreza extrema mundial". Además, recordó que
a nivel internacional se acepta la cifra de US$ 2
diarios per cápita para definir la pobreza y US$ 1
diario para la pobreza extrema. Esta cifra no tiene
en cuenta el autoconsumo, que es crucial para la
subsistencia de una persona o familia con este
presupuesto. En el caso de los pueblos indígenas,
los esfuerzos de "desarrollo" pueden incluso
prohibir las actividades tradicionales, dando
lugar a violaciones de los derechos humanos,
impunidad, detenciones arbitrarias,
desapariciones, violencia e incluso asesinatos,
como añadido a su difícil situación.
Una de las características del estado civilizatorio
fue el notable avance científico y tecnológico que
le ha permitido a la humanidad grandes
conquistas. Sin embargo, persisten problemas
fundamentales para más de la mitad de la
población mundial. La estratificación social se
profundiza, especialmente en perjuicio de la
población rural, y dentro de este grupo, de la
población indígena. Aunque estas comunidades
suelen estar inmersas en entornos naturales
vastos y ricos, su riqueza económica es limitada
o inexistente.
En definitiva, los pueblos indígenas se
encuentran en desventaja en comparación con
otros habitantes no indígenas, incluso dentro de
su propio país y región. Experimentan menores
oportunidades, bajos ingresos y condiciones
básicas de salud y educación deficientes, además
de enfrentar discriminación institucionalizada.
4. Territorio y grupos étnicos en el Perú
La situación de pobreza de los pueblos indígenas
está intrínsecamente vinculada al papel del
Estado como una estructura jurídico-política,
donde el territorio desempeña un papel
fundamental como el ámbito material en el cual
se ejerce el poder político, conocido como
soberanía. El control del territorio ha sido central
en la construcción histórica de cualquier país. En
el caso de los pueblos indígenas, sus territorios
ancestrales y su identidad étnica fueron
fundamentales para establecer patrones
culturales rectores que determinan, en un país, su
legitimidad y su idiosincrasia.
El territorio es una característica común esencial
en la noción del pueblo indígena, ya que se valora
tanto en términos materiales como inmateriales.
Despojar a los habitantes originarios de su
territorio, o parte de él, junto con la persistencia
de los componentes culturales como identitarios
y étnicos que reivindican los lazos territoriales,
constituye un atropello al corazón mismo de toda
cultura y, por ende, a un componente vital de la
identidad de un país.
Para que se produzca una consideración genuina
del territorio ancestral, el Estado debe cumplir
con la normativa internacional, como la
Declaración Universal de los Pueblos Indígenas;
debe ser un Estado que proteja a estos pueblos
como parte integral de su estructura. Esto implica
un empoderamiento real de los pueblos indígenas
para hacer frente a las fuerzas hegemónicas del
dominio colonial y detener la pérdida continua de
tierras bajo control colonial. Además, es
necesario insistir en la devolución de sus tierras
como una compensación histórica por todo lo que
les ha sido despojado.
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Para analizar la realidad de los distintos grupos
étnicos en el Perú, es crucial comenzar
identificando a los peruanos y peruanas que
pueden considerarse indígenas o de origen
indígena. En el año 2011, la ENAHO (Encuesta
Nacional de Hogares) consideró la condición
étnica, la lengua materna y el grupo étnico con el
que se identifican (quechua, aymara o
amazónico, entre otros). Las mayores
disparidades entre los hogares indígenas y no
indígenas se observan en la pobreza extrema. El
porcentaje de hogares indígenas en situación de
pobreza es un 50% mayor que el de los hogares
no indígenas, y en lo que respecta a la pobreza
extrema, el porcentaje de los hogares indígenas
duplica al de los hogares no indígenas. Del total
de hogares en situación de pobreza, el 43.4% es
indígena, mientras que el 52.4% de los hogares
en pobreza extrema también lo es.
Dada la heterogeneidad presente en las regiones
del Perú, resulta complejo identificar "una" línea
de pobreza nacional. Como mencionamos en la
sección anterior, el 63% de los hogares indígenas
se encuentran en situación de pobreza, y cerca de
la mitad de ellos son considerados pobres
extremos (indigentes). Los niveles de pobreza, la
brecha y la severidad de la pobreza son mayores
en los hogares indígenas que en los no indígenas
en todos los ámbitos geográficos. Entre los
hogares indígenas, aquellos que son monolingües
registran los indicadores menos favorables. Los
hogares rurales, tanto indígenas como no
indígenas, son los más afectados, presentando
índices de pobreza más severos y brechas
mayores. Asimismo, dentro de los hogares
rurales, aquellos que son indígenas y, además,
monolingües son los que obtienen los
indicadores más desfavorables.
El Perú es, en realidad, la amalgama de espacios
con características socioeconómicas distintas.
Los hogares indígenas parecen ubicarse un
escalón más bajo en términos socioeconómicos
que sus contrapartes no indígenas; es decir, en
promedio, siempre están rezagados respecto a los
no indígenas en los tres ámbitos geográficos. Los
hogares indígenas perciben una mayor sensación
de pobreza en comparación con los no indígenas.
Como grupo, los jefes de hogares indígenas
consideran que necesitarían, en promedio,
ingresos mensuales un 35% superiores a los que
reciben actualmente, mientras que los no
indígenas estiman necesario un incremento del
15%. Los pobladores rurales, tanto indígenas
como no indígenas, son los que señalan necesitar
mayores incrementos, y entre ellos, los indígenas
indican valores más altos.
Por otro lado, un estudio del Banco Mundial
realizado en 1993 evidenció que la población
indígena gana un 44 % menos que los
hispanoparlantes. El retorno económico por nivel
educativo de estos últimos es tres veces mayor
que el de los trabajadores indígenas. En resumen,
la información disponible confirma que la
población indígena, definida por su color de piel,
lengua o autoidentificación étnica, constituye
uno de los sectores más pobres en nuestro país.
Resulta imperativo que el Estado y la sociedad
peruana asuman la deuda histórica con esta
población, dando prioridad a estrategias de
desarrollo que respeten sus valores culturales,
eliminen toda forma de discriminación hacia ella
y promuevan su inclusión social mediante la
generación de mayores oportunidades sociales,
educativas y laborales.
La desigualdad entre los grupos indígenas y no
indígenas resalta la exclusión de la que son
víctimas. Como era de esperar, se observa una
distribución desigual de los ingresos entre los
indígenas y no indígenas, con una mayor
inequidad al interior del grupo indígena que del
no indígena.
Abordar la desigualdad social implica
comprender profundamente el arraigo de la
desigualdad étnica. Esto equivale a compensar
olvidos, contrarrestar marginaciones y, de
manera democrática y equitativa, atender a
aquellos que más necesitan la garantía del
Estado. Estos son quienes tienen más afectados
sus derechos fundamentales.
5. Pobreza
Si estamos de acuerdo en que la pobreza implica
carencia, déficit y necesidad, y si lo relacionamos
con la cultura en una de sus acepciones, podemos
inferir que la pobreza cultural se refiere a la
ausencia de información, conocimiento y
capacidad cognoscitiva para vincularse o
relacionarse social y culturalmente. Sin embargo,
esta perspectiva también puede ser engañosa, ya
que cuando hablamos de que un individuo tiene
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pobreza cultural, nos referimos a un tipo de
cultura que no posee, de la cual es ignorante, pero
no es ignorante en lo que respecta a su propia
matriz cultural o concepción del mundo. Por lo
tanto, la "pobreza cultural" también se refiere a la
exclusión o, de lo contrario, a la autoexclusión de
una cultura deliberadamente no asumida. Chua
(2003) plantea la pregunta: ¿Existe el derecho
fundamental a la cultura? Pero, ¿qué sucede
cuando uno niega este derecho? Una
característica de los Derechos Humanos es que
sean irrenunciables, pero cuando alguien no
quiere reconocer ni estar vinculado a un
contenido cultural, ¿por qué no puede tener la
opción de renunciar, de objetar conscientemente?
El no formar parte y renunciar a una cultura, ¿me
hace más pobre culturalmente hablando?
El enunciado del derecho a la cultura se refiere
esencialmente a este carácter participativo de
muchas de las expresiones culturales, tanto desde
la perspectiva de los hábitos de consumo cultural
como desde la aportación y producción cultural
que cada individuo puede hacer a través de
prácticas artísticas o culturales profesionales y
amateurs, voluntariado en asociaciones
culturales, contribución intelectual al
enriquecimiento del patrimonio y a la diversidad
cultural, etc. Sin embargo, esta dinámica no se
aplica de la misma manera para los integrantes de
las comunidades indígenas, quienes solo pueden
nutrirse de sus insumos culturales autónomos,
que son completamente independientes y,
lamentablemente, inferiorizados al desdén del
Estado y la sociedad.
Desde esta perspectiva, es difícil aceptar la idea
de pobreza cultural, ya que la memoria y la
creatividad son competencias casi innatas, pero
que indiscutiblemente deben fomentarse social y
políticamente para convertirlas en activos y
riqueza. Además, es cierto que la cultura tiene un
costo, entendido como la equivalencia a
formarse, educarse y adquirir destrezas. El precio
de la educación, especialización, razonamiento y
toma de decisiones son aspectos que se
desprenden de un individuo que ha cultivado la
adquisición de contenidos culturales, hábitos,
disciplina y valores. Por otro lado, queda
pendiente decidir ¿Cuál es la cultura y la
memoria que se quiere transmitir y preservar y
cómo podemos hacerlo a través de qué lenguajes
expositivos?.
El concepto de "cultura de la pobreza" fue
introducido por Oscar Lewis alrededor de 1959
en su obra "Antropología de la pobreza. Cinco
familias". Esta perspectiva antropológica postula
que la pobreza, en una situación determinada, se
crea y reproduce por sí misma, siguiendo una
suerte de espiral cultural. Lewis lo expresa de la
siguiente manera: Uno puede hablar de la
cultura de la pobreza, ya que tiene sus propias
modalidades y consecuencias distintivas sociales
y psicológicas para sus miembros. Me parece
que la cultura de la pobreza rebasa los límites de
lo regional, de lo rural y urbano, y aún de lo
nacional (Lewis, 1961). Según este autor, el
estilo de vida y los valores que conforman la
cultura del contexto donde se encuentra la
pobreza constituyen el entorno en el que
convergen diversas características, como una alta
proporción de familias lideradas por mujeres,
acortamiento del período de niñez, escasa
organización social, individualismo,
insolidaridad, ausencia de participación socio-
política, apatía y resignación. Estas
características se transmiten de una generación a
otra, reproduciendo la pobreza de manera
inevitable. Se podría suponer que un individuo
socializado en este contexto cultural de la
pobreza mantendría sus prácticas sociales y
discursivas de manera permanente. La cultura de
la pobreza aísla al pobre y lo somete a sus
designios, confinándolo a su situación y
limitando sus oportunidades y posibilidades en la
sociedad, de manera similar a la herencia
genética.
Es evidente que la relación entre la pobreza y los
pueblos indígenas es un tema complejo y
multifacético. Para abordar este desafío, es
crucial adoptar enfoques prioritarios e integrales
que reconozcan y resuelvan las problemáticas
específicas que enfrentan estos pueblos. La
atención debe centrarse en aspectos esenciales
para fortalecer tanto la democracia del Estado
como la cohesión social. Es imperativo que se
respeten los principios establecidos en la
Constitución del país, así como los compromisos
internacionales, como la Declaración Universal
de los Pueblos Indígenas. La solución a este
problema debe abordar cuestiones fundamentales
relacionadas con la descolonización, la creación
de un Estado plural y la implementación de
acciones concretas que promuevan la igualdad y
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el resarcimiento histórico para este sector
vulnerable de la población.
CONCLUSIONES
La pobreza en los pueblos indígenas se encuentra
intrínsecamente vinculada a las diferencias
culturales. La imposición de la cultura
dominante, basada en el capitalismo de mercado,
resulta en la destrucción de elementos
fundamentales de la cultura indígena, como el
acceso a la tierra, la lengua, las tradiciones y las
costumbres, contribuyendo así al incremento de
la pobreza.
Es evidente que existen lazos profundos entre la
pobreza indígena y la discriminación étnico-
racial, donde los pueblos indígenas son
sistemáticamente inferiorizados por los grupos
dominantes. La desigualdad social, que atenta de
manera implacable contra la dignidad humana, se
manifiesta de manera especialmente perjudicial
para los grupos étnicos. Dentro de ello, el
territorio es utilizado por los grupos dominantes
para justificar la apropiación de recursos de los
pueblos indígenas.
Frente a esta problemática, se vislumbran
alternativas de solución. Una de ellas implica el
rediseño de la gobernabilidad, abordando a fondo
la desigualdad étnica que genera condiciones de
pobreza en los pueblos indígenas. En un contexto
de neocolonialismo y emergencia de nuevos
derechos fundamentales, resulta imperativo
abogar por una reivindicación histórica que
responda a las necesidades de los pueblos
indígenas marginados.
Otra vía para superar esta situación implica la
transformación de las actuales estructuras
monoculturales hacia enfoques más plurales.
Esto no solo reconocerá el derecho a la diferencia
de los pueblos indígenas, sino que también
promoverá su participación y autodeterminación
en la construcción de un futuro más equitativo y
justo.
REFERENCIAS
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