pobreza cultural, nos referimos a un tipo de
cultura que no posee, de la cual es ignorante, pero
no es ignorante en lo que respecta a su propia
matriz cultural o concepción del mundo. Por lo
tanto, la "pobreza cultural" también se refiere a la
exclusión o, de lo contrario, a la autoexclusión de
una cultura deliberadamente no asumida. Chua
(2003) plantea la pregunta: ¿Existe el derecho
fundamental a la cultura? Pero, ¿qué sucede
cuando uno niega este derecho? Una
característica de los Derechos Humanos es que
sean irrenunciables, pero cuando alguien no
quiere reconocer ni estar vinculado a un
contenido cultural, ¿por qué no puede tener la
opción de renunciar, de objetar conscientemente?
El no formar parte y renunciar a una cultura, ¿me
hace más pobre culturalmente hablando?
El enunciado del derecho a la cultura se refiere
esencialmente a este carácter participativo de
muchas de las expresiones culturales, tanto desde
la perspectiva de los hábitos de consumo cultural
como desde la aportación y producción cultural
que cada individuo puede hacer a través de
prácticas artísticas o culturales profesionales y
amateurs, voluntariado en asociaciones
culturales, contribución intelectual al
enriquecimiento del patrimonio y a la diversidad
cultural, etc. Sin embargo, esta dinámica no se
aplica de la misma manera para los integrantes de
las comunidades indígenas, quienes solo pueden
nutrirse de sus insumos culturales autónomos,
que son completamente independientes y,
lamentablemente, inferiorizados al desdén del
Estado y la sociedad.
Desde esta perspectiva, es difícil aceptar la idea
de pobreza cultural, ya que la memoria y la
creatividad son competencias casi innatas, pero
que indiscutiblemente deben fomentarse social y
políticamente para convertirlas en activos y
riqueza. Además, es cierto que la cultura tiene un
costo, entendido como la equivalencia a
formarse, educarse y adquirir destrezas. El precio
de la educación, especialización, razonamiento y
toma de decisiones son aspectos que se
desprenden de un individuo que ha cultivado la
adquisición de contenidos culturales, hábitos,
disciplina y valores. Por otro lado, queda
pendiente decidir ¿Cuál es la cultura y la
memoria que se quiere transmitir y preservar y
cómo podemos hacerlo a través de qué lenguajes
expositivos?.
El concepto de "cultura de la pobreza" fue
introducido por Oscar Lewis alrededor de 1959
en su obra "Antropología de la pobreza. Cinco
familias". Esta perspectiva antropológica postula
que la pobreza, en una situación determinada, se
crea y reproduce por sí misma, siguiendo una
suerte de espiral cultural. Lewis lo expresa de la
siguiente manera: “Uno puede hablar de la
cultura de la pobreza, ya que tiene sus propias
modalidades y consecuencias distintivas sociales
y psicológicas para sus miembros. Me parece
que la cultura de la pobreza rebasa los límites de
lo regional, de lo rural y urbano, y aún de lo
nacional” (Lewis, 1961). Según este autor, el
estilo de vida y los valores que conforman la
cultura del contexto donde se encuentra la
pobreza constituyen el entorno en el que
convergen diversas características, como una alta
proporción de familias lideradas por mujeres,
acortamiento del período de niñez, escasa
organización social, individualismo,
insolidaridad, ausencia de participación socio-
política, apatía y resignación. Estas
características se transmiten de una generación a
otra, reproduciendo la pobreza de manera
inevitable. Se podría suponer que un individuo
socializado en este contexto cultural de la
pobreza mantendría sus prácticas sociales y
discursivas de manera permanente. La cultura de
la pobreza aísla al pobre y lo somete a sus
designios, confinándolo a su situación y
limitando sus oportunidades y posibilidades en la
sociedad, de manera similar a la herencia
genética.
Es evidente que la relación entre la pobreza y los
pueblos indígenas es un tema complejo y
multifacético. Para abordar este desafío, es
crucial adoptar enfoques prioritarios e integrales
que reconozcan y resuelvan las problemáticas
específicas que enfrentan estos pueblos. La
atención debe centrarse en aspectos esenciales
para fortalecer tanto la democracia del Estado
como la cohesión social. Es imperativo que se
respeten los principios establecidos en la
Constitución del país, así como los compromisos
internacionales, como la Declaración Universal
de los Pueblos Indígenas. La solución a este
problema debe abordar cuestiones fundamentales
relacionadas con la descolonización, la creación
de un Estado plural y la implementación de
acciones concretas que promuevan la igualdad y