Rocío Villanueva y Gaby Sánchez
Estas dificultades resaltan la importancia de implementar estrategias pedagógicas que fortalezcan tanto
las habilidades de comprensión lectora en contextos matemáticos como la confianza en las propias
capacidades para resolver problemas. Fomentar un ambiente de aprendizaje que promueva la
exploración, el pensamiento crítico y la valoración del proceso por encima del resultado puede ser clave
para mejorar el desempeño de los estudiantes en matemáticas.
Esta propuesta se fundamenta en la estrategia "Construyendo Aulas Pensantes", desarrollada por Peter
Liljedahl (2021). Surge a partir de una profunda investigación realizada durante más de quince años en
aulas reales de Matemática, en la que se analizó tanto la manera en que enseñamos como la forma en
que nuestros estudiantes piensan —o, en muchos casos, dejan de hacerlo— durante la clase.
El objetivo principal de dicha investigación fue identificar las prácticas pedagógicas que realmente
promueven un pensamiento auténtico en el aula. A lo largo del estudio, Liljedahl (2021) observó
patrones de comportamiento frecuentes en los estudiantes: evasión, espera pasiva, simulación de trabajo
y repetición mecánica de estrategias explicadas por el docente, sin verdadera comprensión. Solo un
reducido grupo, aproximadamente el 20 %, intentaba razonar y resolver problemas por iniciativa propia.
Asimismo, Liljedahl (2021) advirtió que, al ingresar a un aula tradicional, los estudiantes perciben de
inmediato que se espera de ellos una actitud pasiva y receptiva, reforzada por la disposición de los
pupitres en filas individuales. En el trabajo grupal, identificó que el 80 % de los estudiantes llega con
etiquetas autoimpuestas como “soy bueno en Mate” o “soy malo en Mate”, lo cual tiende a ubicarlos en
roles de seguidores más que de pensadores o líderes activos.
Cuando los estudiantes permanecen sentados, escribiendo en sus cuadernos, tienden a sentirse anónimos
y desconectados del proceso de aprendizaje. Esta desconexión se acentúa cuanto mayor es la distancia
con respecto a la pizarra.
En respuesta a estas observaciones, Liljedahl (2021) propone una serie de estrategias accesibles y
efectivas para transformar el aula en un espacio donde los estudiantes no solo resuelvan problemas, sino
que piensen, dialoguen y aprendan de manera activa. Para lograrlo, subraya la importancia de
seleccionar tareas abiertas y enriquecedoras que fomenten una reflexión profunda y que admitan
múltiples enfoques y soluciones.
Una característica esencial de estas tareas es que deben llevar a los estudiantes a un punto de
estancamiento productivo, que los impulse a pensar, experimentar, equivocarse y aplicar sus
conocimientos de forma innovadora para superar los obstáculos.
Liljedahl (2021), recomienda iniciar el curso con tareas no curriculares, diseñadas para motivar y
estimular el pensamiento sin la presión del avance programático. Posteriormente, se introducen
problemas curriculares con guión, como herramienta para abordar contenidos matemáticos específicos.
En cuanto a la dinámica del aula, se sugiere formar grupos de tres estudiantes, organizados de manera
aleatoria y visible, con el fin de eliminar jerarquías y roles preestablecidos. Finalmente, destaca la
importancia del entorno físico: propone que los estudiantes trabajen de pie, utilizando superficies
verticales no permanentes (Vertical Non-Permanent Surfaces, VNPS), lo cual, según comprobó en su
investigación, incrementa significativamente la participación y el compromiso.
En este contexto de transformación educativa, la inteligencia artificial generativa (IAG) emerge como
una herramienta complementaria para los docentes. Según el informe de la Organización de Estados
Iberoamericanos para la Educación, la Ciencia y la Cultura, los docentes pueden utilizar la IAG para
crear diversos materiales didácticos digitales, como guías de estudio, presentaciones, resúmenes y
ejercicios interactivos. Sin embargo, es fundamental que estos materiales sean revisados y adaptados
para garantizar su adecuación pedagógica y su alineación con los objetivos de aprendizaje específicos
del nivel educativo y del espacio curricular correspondiente (Ferrarelli, 2024).
La integración de la IAG en la planificación y ejecución de las clases puede suponer un ahorro de tiempo
en la preparación de materiales didácticos y en el diseño de tareas, permitiendo a los docentes enfocarse
en actividades que fomenten el desarrollo integral de los estudiantes.
En el caso de esta propuesta, se plantearon los siguientes objetivos de aprendizaje del área:
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