Aitzol Lasa Oyarbide
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La elección de un medio material influye también sobre las características, usos y funciones de la
argumentación (Lasa, 2016). Por ejemplo, si la actividad matemática se desarrolla sobre un medio digital
basado en la manipulación de modelos dinámicos, la ausencia de contraejemplos durante la
manipulación del modelo dinámico es suficiente para convencer a las y los estudiantes de la validez de
un enunciado; es decir, se emplean con mayor frecuencia argumentaciones de tipo empírico o
explorativo. Por otro lado, el paso del medio digital al papel favorece la obtención de argumentos
técnicos y deductivos.
En otras palabras, al pasar del medio material “modelo dinámico” al medio material “lápiz y papel” los
estudiantes obtienen con mayor frecuencia la resolución completa de un problema: la comprensión de
la tarea facilita la aplicación eficaz de la técnica. Y al pasar del medio material “lápiz y papel” al medio
material “modelo dinámico”, los estudiantes argumentan con coherencia una resolución homogénea del
problema: la consolidación de la técnica algebraica facilita la instrumentalización.
El uso de la “maquina” como asistente de una argumentación no está exento de polémica. ¿Se podría
considerar un argumento apoyado en un resultado automático, como un argumento basado en la
autoridad? En efecto, la demostración automática de teoremas es una realidad hoy en día, y softwares
de uso convencional como GeoGebra tienen implementados este tipo de paquetes (Botana, et al 2015).
En todo caso, ya sea mediante la asistencia de un software o mediante la asistencia de una teoría
matemática implícita al razonamiento, se puede afirmar que la argumentación escolar se basa en el
estudio de un conjunto finito de casos, con el apoyo de una teoría implícita de referencia, gracias a la
cual se excede el simple marco del estudio de ejemplos y contraejemplos (Lasa, Wilhelmi y Abaurrea,
2017).
Argumentación en el currículum de secundaria
Las nociones de argumentación y razonamiento aparecen también en ámbitos científico-tecnológicos
(ciencias, tecnología, ingeniería y matemáticas), en ámbitos humanísticos (lengua y literatura), en
ámbitos sociales (geografía e historia, economía), y en ámbitos artísticos (artes plásticas y musicales) y,
por lo tanto, no son exclusivas del ámbito matemático (Abaurrea y Lasa, 2025).
En el marco del STEM, se especifica que los estudiantes deberán emplear métodos de razonamiento
tanto deductivos como inductivos, en contextos de aplicación del método científico o al emplear el
pensamiento computacional. Dichos procesos son siempre “dobles”, puesto que requieren, por un lado,
de la reflexión y de la comunicación de resultados de tipo científico o matemático y, por otro lado, de
procesos formales de demostración y prueba.
Es decir, desde el punto de vista metodológico, el aspecto principal de la argumentación es comunicativo
y se debe alentar a las y los estudiantes a expresar, explicar y formular sus ideas y sus hallazgos, de
manera clara e inteligible. Evidentemente, las producciones de las y los estudiantes serán necesariamente
imprecisas y contendrán errores que se deberán poner en evidencia mediante el uso exclusivo del
diálogo. Las y los estudiantes no sienten la necesidad de emplear demostraciones lógicas ni de usar
codificaciones formales.
Por ejemplo, el currículo indica que las y los estudiantes deberán conocer y utilizar las normas IUPAC
para la escritura de una cantidad de magnitud y su unidad; sin embargo, si el docente pone el énfasis
exclusivamente en la correcta escritura formal de una cantidad, penaliza sistemáticamente su escritura
informal (pe., si el estudiante olvida indicar la unidad tras un número), y no tiene en cuenta el contexto
comunicativo y de aplicación de la actividad global, ésta sería la manera más rápida de desalentar a las
y los estudiantes de continuar estudiando un itinerario científico o tecnológico.
Las normas y las reglas que articulan el discurso argumentativo pertenecen al ámbito humanístico. No
se pueden obviar las competencias lingüística y comunicativa. En este sentido, la creación de un texto
argumentativo tiene sus propios códigos y normas, y todo estudiante se debe ejercitar en su dominio. La
filosofía es la disciplina que teoriza en la práctica del diálogo, y el estudio de las lenguas clásicas tendría
interés más por el contenido argumentativo y dialéctico de los textos antiguos que por el mero estudio
de una lengua muerta.