El desarrollo del pensamiento crítico en los estudiantes de educación básica no solo beneficia su
formación académica, sino también su desarrollo como ciudadanos. Les permite analizar y evaluar
situaciones cotidianas con precisión, formular juicios razonados y argumentos frente a desafíos
sociales, fomentando así el aprendizaje autónomo.
En el currículo de educación secundaria, se promueve el desarrollo de competencias por áreas. El
área de Ciencias Sociales, por ejemplo, busca formar ciudadanos conscientes de su entorno social e
histórico, capacitados para asumir roles de cambio. La competencia "Construye interpretaciones
históricas" fomenta una postura crítica frente a hechos y procesos históricos. Esta habilidad
también se cultiva a través de asignaturas como Comunicación, Matemáticas, Ciencia y Tecnología,
Desarrollo Personal, Ciudadanía y Ética, entre otras.
Estrategias para desarrollar el pensamiento crítico
Para fomentar el desarrollo del pensamiento crítico en los estudiantes, los docentes implementan
diversas estrategias efectivas. Algunos optan por metodologías activas, como foros presenciales y
debates (Lira, 2010). En investigaciones realizadas en Veracruz y Nayarit, México, se utilizó la
tecnología, específicamente un blog, para cultivar el pensamiento crítico entre estudiantes de
primaria. A través de este medio, los estudiantes interactuaron con textos literarios y comentaron
noticias locales (Hernández et al., 2015). En Caracas, Venezuela, otra investigación destacó el uso
de textos literarios, como el Soneto N° CXXX de Shakespeare, para promover el pensamiento
crítico. Se encontró que esta práctica ayudaba a los estudiantes a ser más asertivos al reflexionar
sobre temas y proponer soluciones, además de fomentar su autonomía al enfrentarse a discursos
que podrían intentar influir en sus creencias y percepciones de la realidad, haciéndolos más
responsables de sus propias interpretaciones (González, 2015).
Enfoque participativo y democrático en la educación:
La Educación Democrática como Medio y Fin Educativo
Según Bolívar (2007), la educación democrática puede entenderse de dos maneras: educar para la
democracia y practicar activamente la democracia. En este sentido, la educación democrática actúa
tanto como medio como fin. Para que los estudiantes aprendan sobre la democracia, es crucial que
esta esté presente en las prácticas cotidianas de la vida pública. Al mismo tiempo, la democracia
debe ser un objetivo educativo dentro del centro escolar, permitiendo a los estudiantes conocer y
participar en actividades democráticas.
Siguiendo a Dewey (1995), la democracia es más que un sistema de gobierno; es un modo de vida
en el que los miembros de la comunidad están fuertemente implicados a través de su participación
en temas de interés común. Esta perspectiva enfatiza la experiencia y la participación en
actividades públicas, donde los ciudadanos se convierten en agentes que configuran y sostienen la
democracia mediante el ejercicio del poder y la toma de decisiones colectivas de manera cotidiana.
Considerar la democracia como una forma de participación activa ciudadana implica que la
educación debe desempeñar un papel crucial en la formación de ciudadanos comprometidos
(Bolívar, 2007). Una educación democrática debe fomentar y permitir la participación a todos los
niveles, destacando especialmente el protagonismo de los niños, niñas y adolescentes (NNA).
La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura [UNESCO]
(1993) sostiene que educar para la democracia significa capacitar a los estudiantes para que
participen activamente en todos los aspectos de la vida política y social. La participación activa de
los ciudadanos es fundamental para la democracia (Bolívar, 2007) y constituye la base de una
ciudadanía activa, que se entiende como una construcción social y no solo como la adquisición de
derechos otorgados por el Estado. Este concepto de ciudadanía activa está relacionado con un