INTRODUCCIÓN
En el contexto de la pandemia del COVID-19 a nivel mundial se presentan una diversidad de
problemas en el campo económico, social, político, educativo y sobre todo en la salud de las
personas. Al respecto, en el 2020 se dieron cambios en la economía mundial y la organización del
trabajo, debido a las medidas de confinamiento dictadas por los gobiernos de diferentes países, que
obligaban a una gran parte de la fuerza laboral a quedarse en casa y a trabajar a distancia, siempre
y cuando sus funciones así lo permitían (Organización Internacional del Trabajo OIT, 2020);
situación que provocaría el aumento de los problemas de estrés y ansiedad.
Según el Blog Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, 2020), la situación
de la pandemia presenta situaciones de estrés en las personas, por el pánico y la zozobra respecto
a esta enfermedad, produciendo condiciones que agobian y ocasionan emociones fuertes en adultos
y niños. Al respecto, Huarcaya (2020) afirma que, de acuerdo con la experiencia de epidemias y
pandemias pasadas, los pacientes y el personal de salud pueden padecer situaciones de miedo a la
muerte y presentar sentimientos de soledad, tristeza e irritabilidad. Asimismo, según las Naciones
Unidas (2020), hay una prevalencia elevada de la angustia psicológica en la población mundial.
Esta situación también se manifiesta en la educación en todos los niveles, donde los profesores se
han visto forzados a impartir clases en formato virtual, creando así una especie de experimento a
gran escala en educación en línea, lo que representa desafío sin precedentes debido a que la
mayoría de los profesores tienen que generar sus propios aprendizajes para trabajar en la
virtualidad y simultáneamente deben enseñar a sus estudiantes a desenvolverse en espacios
virtuales (Bonilla, 2020). Este hecho se intensificó más el 2020 como producto de la pandemia,
donde para garantizar el servicio educativo se han visto obligados a trabajar desde sus casas
mediante la educación virtual, aun cuando no había condiciones; lo que ha producido o aumentado
ciertas situaciones de estrés en el trabajo, debido a los problemas de aislamiento, a pesar de que el
teletrabajo permite a los trabajadores tener un horario más flexible y la libertad de trabajar de
manera no presencial (OIT, 2020).
Si antes de la pandemia ya se manifestaba la prevalencia del estrés laboral, como indican ciertos
estudios realizados en docentes colombianos (Guevara et al., 2014), quienes manifiestan que los
factores más relevantes del estrés laboral son el clima organizacional y las tecnologías;
actualmente el pánico a la angustia, además de otras emociones negativas que son provocadas por
esta nueva afección, pueden ser angustiosas, siendo el estrés en el trabajo un detonante que puede
ocasionar cierto cansancio mental; esto debido, entre otras cosas, al entorno de trabajo y la
sobrecarga laboral, al empleo de nuevas tecnologías, a la incertidumbre por la duración y
consecuencias de la pandemia (Oros et al., 2020).
Por lo tanto, en el estudio del estrés laboral se debe tener en cuenta ciertos aspectos que constituyen
factores estresantes como pueden ser aquellos relacionados con la presión laboral, ausencia de
apoyo social, elementos organizacionales y la carencia en la realización personal (Saldaña y
Sánchez, 2019). Al respecto, Ortiz (2020), señala que, al implementarse el trabajo remoto como
producto de la pandemia sin una preparación previa, se producen episodios de estrés, en el que el
uso de las nuevas tecnologías de información y comunicación pueden representar para ciertas
personas, la pérdida de libertad, un desarrollo personal limitado o incluso un sentimiento de
desamparo.
Asimismo, el teletrabajo por sí solo podría desencadenar en fatiga, ya que el estar conectados
muchas horas generaría situaciones de ansiedad, debido a que las llamadas telefónicas, los
horarios de reuniones, así como los mensajes sin respuesta, y sin olvidar que la jornada laboral
generalmente se prolonga más allá de lo establecido; además, en el hogar hay conflictos entre el
trabajo y la familia. Sin embargo, como indica Ortiz (2020), ante la posibilidad de que se mantenga